Aunque la tentación de dormir como dragones era grande, nadie lo hizo en demasía. El tiempo era poco y mucho lo que teníamos que ver. En Edimburgo, capital escocesa, comprobamos, in situ, porqué ésta es una de las ciudades más especiales de Europa. La ciudad es un lugar cargado de encanto, repleto de estrechos callejones adoquinados, rincones oscuros que fueron escenario de las más terribles historias, preciosos edificios y jardines, una infinidad de interesantes museos con entrada gratuita y, sobre todo, unos ciudadanos increíblemente agradables.
Mención aparte merece la catedral católica de Santa María. En ella pudimos rezar y celebrar la Eucaristía todos los días. Allí supimos que en Escocia hay 30 seminaristas que estudian en Roma y Salamanca. No podemos negar que más de uno se pensó, el quedarse a estudiar en las tierras de William Wallace. Gracias a Dios volvimos a nosa terra, todos los que fuimos.
… seamos francos. Poco o casi nada dedicamos a centrarnos en la metodología empleada en Hogwarts. La vida no dio mucho de sí: visitar y hacer shopping en la Royal Mile, ascender la cumbre de Arthur´s seat, perdernos en el Museo Nacional de Escocia, patear sus empedradas calles y finalmente volver a la Royal Mile.
Otra vez será. Mientras tanto prometemos que este fin de semana, nos pondremos al día respecto a lo sucedido en Hogwarts, a través de un maratón de la saga Harry Potter.
¡Hogwarts, volveremos!